domingo, 30 de diciembre de 2012

- Los esclavos norcoreanos en Rusia.



ESCLAVOS SIBERIANOS

NOS COLAMOS EN LOS CAMPOS DE TRABAJO DE COREA DEL NORTE EN RUSIA

Este tío blandió amenazante un tirafondo de vía ante Shane hasta que su guía mafioso ruso, Billy el Pescado, se lo arrebató de las manos y le dijo, “¿Con esto nos vas a apagar las luces?”

Al poco de llegar yo a Siberia, nuestro editor en el Reino Unido, Andy Capper, me envió un mensaje que decía, “Te encantará Siberia. Todo está muy cerca y la gente es muy maja”. Por supuesto, se estaba choteando (o siendo inglés, que viene a ser lo mismo), porque todo está a 18 horas de viaje en tren y la gente es tirando a chunga, muy chunga. Con algunos la cosa empieza bien, pero una vez empieza a fluir el vodka, que es siempre, empieza también a fluir la malevolencia. Hay excepciones a la regla del ruso cabreado, pero son muy pocas y cuestan de encontrar. Una de esas excepciones fue la de Billy el Pescado; por supuesto, no era su verdadero nombre. “El Pescado” era su apodo, y yo añadí el “Billy” porque estaba borracho.

Billy era un mafioso local de un remoto pueblo siberiano sin policía y con muy pocas regulaciones, salvo las suyas y de sus chicos. Esto demostró ser, literalmente, un seguro de vida, porque nosotros íbamos en busca de algo peligroso en medio de ninguna parte: esclavos norcoreanos que no quieren que nadie sepa que están allí. Billy accedió a llevarnos al bosque para encontrarlos.

En el primer campo que encontramos, los guardas norcoreanos nos amenazaron e intentaron expulsarnos de allí. Billy el Pescado se rió –una enorme risotada con dientes de oro. “Esto es Rusia”, rugió, sus ojos centelleando. Señalando con la mano las vastas extensiones que nos rodeaban, declaró, “Esto es mío”. Después le dijo a nuestro equipo de filmación, “Seguid grabando. No pueden haceros nada”. Eso hicimos.

Más tarde, ya en pleno interior del bosque, nos dimos de bruces con un grupo de trabajadores norcoreanos. Unos cuantos se acercaron y rodearon nuestro camión. Uno de ellos agitaba un clavo de línea con el que parecía estar dispuesto a aplastar nuestros sesos imperialistas. Billy se le acercó, se lo quedó mirando y, con calma, le dijo, “¿Es con eso con lo que nos vas a apagar las luces? Vas a necesitar algo más”. El otro sonrió y se adentró en el bosque.

Un rato después almorzamos al lado de una vieja pila de leños: jamón cocido, pan duro, patatas fritas sabor paprika, vodka, cerveza y, de postre, vodka con jugo. Billy sacó unas viejas escopetas y liberamos un poco de la tensión acumulada disparando a las botellas de cerveza vacías. Era como volver a tener 15 años; unos chicos traviesos en el bosque. Al darnos la vuelta allí estaban los norcoreanos, esperándonos, pero esta vez acobardados, mucho menos agresivos. “¿Sabías que estaban ahí?”, le pregunté a Billy. “Claro. ¿Dónde iban a estar?” Típico de Billy.

Tras toda una tarde jugando al gato y el ratón con los esclavos norcoreanos, Billy nos llevó a un río siberiano helado para darnos un chapuzón y “limpiarnos”, después más vodka para “calentarnos”, y a continuación a casa de su familia, donde nos dieron la única comida decente que pudimos catar en Rusia. Tras la comida, la familia Pescado nos llevó al bar (léase: una habitación iluminada) para una noche de priva y abrazos alcohólicos con tipos duros de apodos como Stalin, Oso Asesino y, mi favorito, Asesino, simple y llanamente. Lágrimas, más vodka, entrega de regalos baratos y, finalmente, dos días de viaje en tren de regreso a la “civilización”.

Pero en el tren nos estaban esperando los norcoreanos... Así dieron comienzo las peores 48 horas de mi vida, que terminaron con el FSB (la versión moderna del KGB), la milicia local, policías de paisano y un surtido de matones llevándosenos del tren y poniéndonos bajo custodia. Recordando a Billy y su habilidad para resolver cosas sin esfuerzo, le envié un mensaje de texto diciéndole que el FSB nos había detenido. Él replicó, “Por supuesto. Marchaos de allí”. Nos escabullimos, cruzamos por Siberia hasta China (Billy nos había hablado de la ruta de los contrabandistas) y finalmente... la libertad.

En breve podréis ver nuestra arrojada huida de esclavos malnutridos y matones rusos sobrealimentados en VICE.com. Y todo gracias a Billy el Pescado. На здоровье! ¡Saludos, colega!

Un norcoreano hace labores de mantenimiento en un camión ruso en el corazón de un campo de trabajo.


Shane con el policía de tránsito ruso que le salvó de un grupo de gamberros borrachos en el Transiberiano.


El aserradero de Dipkun.


Billy el Pescado mostrando su escopeta.


Todos nos habían dicho que el puente que conducía a la zona de tala había ardido y que tendríamos que vadear el río, pero un policía local había construido este puente provisional para poder ir a robarles chatarra a los norcoreanos.


Todos estos troncos apilados sobre el barro son de alerce siberiano, que básicamente se usa para construir esos mierdosos muebles de madera prensada que tienes en tu casa.

 



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- Nos enfrentamos a Hezbolá, con balas de pintura.



Un miembro de Hezbolá en posición de ataque, justo antes de empezar el juego. Cualquiera pensaría que no es su primer combate.
Asumimos que harían trampa; después de todo eran Hezbolá. Pero ninguno de nosotros, un equipo de cuatro periodistas occidentales, nos imaginamos que tendríamos que lidiar con granadas de aturdimiento de calibre militar cuando empezamos nuestro duelo “amistoso” de gotcha.
La batalla tiene lugar en un sótano sucio, una especie de búnker subterráneo, debajo de un centro comercial en Beirut. Cuando las granadas explotan me siento atrapado en una tormenta feroz: destellos de luz blanca e intensa, y explosiones que retumban en mis oídos.
Cuando puedo volver a ver y mis ojos se ajustan a la escasa luz del lugar, me asomo desde atrás de un bloque de concreto. Hay dos hombres grandes vestidos de verde acechándome. Los tengo en la mira, pero parece no preocuparles, aun cuando les disparo de cerca y doy en el blanco múltiples veces. Estoy esperando que se detengan, quizá incluso, que reconozcan que este débil periodista americano superó sus trucos destellantes y les ganó. Quizá hasta sonrían y me den una palmadita en la espalda mientras salen del campo como buenos perdedores (después de hacer trampa, por supuesto).
En lugar de eso, me disparan tres veces a quema ropa, directo en la ingle.
De lejos (en los cinco metros considerados como “zona de seguridad”) las balas de pintura se sienten como picaduras de abeja. Levanto mis manos adolorido y confundido, haciendo señas al árbitro de que voy a salir del juego. Pero el más grande, un joven agricultor alto y musculoso del sur de Líbano, que por hoy se hace llamar Khodor, no ha terminado conmigo: me atrapa con sus enormes manos e intenta levantarme sobre su hombro con una agilidad que sólo puede venir de la experiencia. Reacciono rápidamente, me libero y huyo de ahí, pero mi compañero Ben no corre con la misma suerte. Khodor y su compañero me rebasan en una formación militar perfecta, adentrándose aún más en nuestras defensas. Pronto capturan a Ben y lo empujan delante de ellos usándolo como escudo humano.
En ese momento, me pongo a pensar que esto realmente está sucediendo: cuatro reporteros occidentales, y un exranger [soldado de las fuerzas especiales] estadounidenses que ahora trabaja como experto en contrainsurgencia, estábamos jugando gotcha contra miembros del grupo militante chiita descrito por los expertos en seguridad nacional de Estados Unidos como “el grupo estrella del terrorismo”. Nos tomó un año coordinar este juego, y siempre pensé que todo fallaría en el último minuto. Los miembros de Hezbolá tienen prohibido socializar con occidentales, así que para organizar el duelo tuve que recurrir a un hombre llamado Alí, uno de mis contactos de menor nivel dentro del grupo.

Justo antes de que empezaran las hostilidades, el Equipo Sahafi se reúne para una foto. Desde la izquierda: Andrew Exum, Mitch Prothero, Nicolas Blanford, Ben Gilbert. Bryan Denton, quien también jugó, no aparece porque estaba tomando la foto.

El Equipo Hezbolá, tiene un aspecto un poco más intimidante que el equipo de periodistas.
Alí prometió traer guerrilleros entrenados para una tarde de gotcha, pero cuando el equipo de cuatro miembros de Hezbolá entró por la puerta, tuve mis dudas. En Dahiyah, los suburbios controlados por Hezbolá al sur de Beirut, cualquier adolescente valentón se considera miembro esencial de “la Resistencia”. Uno de los militantes, un joven alto y flaco de veintitantos con una barba descuidada y con los pelos parados con gel, parece un farsante. En especial después de que se presenta como Coco.
—Alí, ¿qué carajos? —le pregunto sin que me escuchen sus compañeros. —¿Este tipo se llama Coco?
—No, claro que no —me responde. —Ninguno les dirá su verdadero nombre.
—¿Está en la Resistencia? Si no lo está, no importa. Sólo quiero saberlo para mi artículo.
—Todos están en la Resistencia, hermano —me responde Alí con el tono agudo que usa cada que cuestiono la veracidad de su información. —Ya lo verás.
Después se acerca como para compartir un secreto importante: “Desde la guerra de 2006 [con Israel], Hezbolá ha cambiado su código de vestir. Los nuevos reclutas se pueden peinar como quieran”.
Ahora, después de la granada de aturdimiento durante el segundo partido de la noche (el primero empezó y terminó con una lluvia de balas de pintura; todos quedamos instantáneamente eliminados o sin municiones), no tengo duda de que estos guerreros son de verdad. Como me dijera un oficial antiterrorismo israelí mientras comíamos bagels con café, las cosas serían mucho más fáciles si los de Hezbolá estuvieran igual de locos que los de Al-Qaeda; su trabajo sería mucho menos estresante. “Pero no lo están”, suspiró. “Son profesionales desalmados”. Esta noche, lo están demostrando: los movimientos rápidos y precisos, la forma de cubrirse entre ellos disparando, los saltos desde más de dos metros de altura que culminan en piruetas perfectas (como la que hizo Coco durante el cuarto juego).
Conmigo fuera del juego, otro miembro del equipo eliminado y un tercero como rehén, sólo queda un miembro en el equipo Sahafi (“periodista” en árabe): Andrew Exum, un antiguo capitán del ejército norteamericano que se retiró tras servir tres veces en Irak y Afganistán, y que desde entonces se ha convertido en un experto en contrainsurgencia muy reconocido. Cuando no está jugando con pistolas de pintura en el sótano de un centro comercial en Beirut, Exum viaja a Kabul para asesorar al ejército de Estados Unidos, o escribe documentos con frases como “contrainsurgencia población-céntrica” en el título. También dirige abumuqawama.com, uno de los blogs preferidos de los nerds obsesionados con la Guerra contra el Terrorismo. La idea principal detrás de la estrategia de Exum es separar a los insurgentes de la población general. Pero esta noche, mientras dos soldados de Hezbolá arrastran a su compañero hacia él, Exum, no hace distinción entre buenos y malos, y le dispara a los tres varias veces. Esto parece divertir a nuestros oponentes, quienes parecen deleitarse con la falta de sentimentalismo del soldado americano. Al final se rinden, ninguno puede negar que ya está “muerto”, y salen del juego.
Todos nos reunimos de nuevo en la cafetería del lugar, donde hay botanas y unos murales extraños que sugieren que el gotcha es la mejor forma de lidiar con la ira que todos llevamos dentro. Si ambos lados estuvimos tensos cuando nos presentamos (los militantes se veían nerviosos por temor a que los identificáramos, y nosotros estábamos ansiosos porque se fueran a echar para atrás) el hecho de que hayan intentado usar a un rehén como escudo humando durante un juego de gotcha, hizo que todos nos relajáramos un poco. Los tipos de Hezbolá se ríen cuando Exum bromea que “mató” a Ben para evitar que apareciera en algún video en Al Jazeera. Y responden, mientras me señalan, que después del siguiente juego “los alemanes tendrán que negociar por éste”. Es un chiste local un tanto enfermo: los diplomáticos alemanes suelen estar a cargo de las negociaciones que involucran prisioneros e intercambios entre Israel y Hezbolá.
Soha, mi novia libanesa, quien aceptó ser nuestra traductora, decidió que el uso de equipo militar de verdad, la toma de rehenes y, sobre todo, la negativa del equipo de Hezbolá de salirse del campo cuando les dispararan, llamaban a un replanteamiento de las reglas. Intercambió algunas palabras con el encargado de la tienda, quien cinco segundos después de empezar el primer partido se dio cuenta de que estaba presenciando una noche muy peculiar y que, durante los primeros dos juegos, se sentía demasiado intimidado para recordarle a los cuatro guerrilleros que respetaran las reglas. Así que Soha tuvo que meter las manos y llamarles la atención a él y a los chicos de Hezbolá para que dejaran de hacer trampa. Rápidamente, Soha hace un trato: todos aceptamos que, durante el resto del juego, sólo los disparos a la cabeza contarán como muertes. También, el uso de “equipo externo” quedaba oficialmente prohibido. Durante los primeros dos juegos, quedó claro que el Equipo Hezbolá no le temía a las balas no letales de pintura; todos habían sido golpeados múltiples veces y sin embargo se habían quedado en el juego. Pero coincidieron con nosotros en que cuando alguien recibe un disparo en la cabeza, está muerto. Además, es más divertido si es mas difícil matar al oponente. Decidimos dividirnos los dos primeros juegos: una victoria para ellos, la otra para nosotros.
Esto llama la atención de Coco. —¿En serio? —pregunta. —Pero Hezbolá siempre gana.

Dos guerrilleros de Hezbolá esperan a que empiece el siguiente juego.
Cuando estaba tratando de organizar este encuentro, pensé que este proyecto podría ser considerado una violación de las sanciones impuestas por EU (sólo para aclarar, no hubo ningún intercambio de dinero). Sin importar cómo justificara mis acciones, había algo sobre el hecho de disfrutar un poco esta guerra ficticia con los miembros de una organización descrita por algunos como la “la punta de lanza” de Irán (un grupo responsable, durante décadas, de ataques contra Israel, innumerables secuestros y el bombardeo de una base militar estadounidense en Beirut que mató a 241 soldados) que me parecía simplemente incorrecto.
Uno de los objetivos principales de Hezbolá es la aniquilación de Israel. A pesar de que esa posición se ha suavizado un poco desde la época radical de los ochenta, en gran medida porque Israel sacó a gran parte de sus tropas de tierras libanesas en 2000, la frontera sigue igual de tensa que siempre. Y de vez en cuando, la situación puede explotar y convertirse en una guerra de verdad (como sucedió en 2006). Pero a pesar de todos los ataques contra israelíes, cabe mencionar que sus ocupaciones brutales en el sur de Líbano ayudaron a crear al monstruo que es hoy Hezbolá. En sólo unos años de ocupación, varios chiitas libaneses pasaron de apoyar el desalojo israelí de los militantes palestinos en Líbano, a unirse a Hezbolá.
Cuando vives en Beirut, como yo, estás constantemente rodeado por gente de Hezbolá, aunque una versión mayoritariamente anónima. Controlan vecindarios enteros, y se han convertido en el movimiento político con más rápido crecimiento en Líbano. Desde la última vez que se responsabilizaron por un ataque suicida (contra objetivos militares israelíes en el sur de Líbano en 1995), la rama militar ultrasecreta de Hezbolá, la Resistencia Islámica de Líbano, se ha convertido en una institución pública en expansión que proporciona servicios sociales y asistencia a las comunidades pobres. Sin embargo, como Hezbolá admite, estos proyectos existen únicamente para apoyar sus operaciones militares.
Mi motivación para organizar este juego fue una simple necesidad periodística por entender mejor al grupo. La oficina de prensa de Hezbolá, altamente profesional, es bastante amigable con los periodistas occidentales, los llevan a juntas y les repiten la misma propaganda que escupen sus medios oficiales. Pero, las peticiones de acceso a sus soldados rasos siempre son ignoradas. La idea de un encuentro de ese tipo es un tabú. En parte, se trata de una cuestión institucional. 
Después de más de cinco años en Beirut, no había encontrado una forma de interactuar de cerca con militantes de Hezbolá. Así que me pregunté: ¿Qué podría aprender si los saco de su entorno militarizado a un lugar en el que se puedan relajar un poco y quizá confiar en mí lo suficiente como para revelarme el más mínimo detalle? El resto del Equipo Sahafi está compuesto de periodistas extranjeros que piensan igual que yo.
Nuestro equipo incluye a Ben Gilbert, un reportero de radio y medios impresos que se mudó a Líbano en 2006, tras reportear durante un año desde Irak; Nicholas Blanford, quien lleva 17 años cubriendo Líbano y Hezbolá, y quien acaba de publicar Warriors of God, una historia militar detallada sobre el grupo; el fotógrafo del New York Times, un tipo increíblemente alto y con cara de bebé, Bryan Denton, quien lleva cinco años en Beirut, y ya había cubierto varios estallidos de violencia y la guerra de 2006 con Israel, antes de cubrir la revolución en Libia; y Exum, nuestra arma secreta. El único que no era periodista, Exum, fue la clave para hacer que los militantes se presentaran y para nosotros tener alguna posibilidad de ganar. Dejó el ejército antes de cumplir treinta y está terminando su doctorado en estudios de insurgencia. Su opinión sobre esta situación era que le serviría como una investigación de campo indispensable.
Nuestra idea del juego era más simple: poder presumir que lo habíamos hecho. El ala militar de Hezbolá es ampliamente considerada como el “grupo armado no estatal” más funcional, o dependiendo de cómo lo veas, “terroristas”, del mundo. Ya había visto a casi toda su competencia en acción: Al-Qaeda, Hamas, el Talibán y casi todo grupo militar que existe en la región. Aclamados por su coraje en el combate y sus tácticas precisas, los miles de guerreros profesionales de Hezbolá se han enfrentado en repetidas ocasiones a los ejércitos más fuertes del mundo (Israel, Francia, Estados Unidos e incluso, brevemente, Siria) y siempre han salido victoriosos. Si lograba llevarlos a un juego de gotcha, podría ver sus tácticas de batalla en acción. Y si nuestro equipo lograba vencerlos, podríamos ir por la vida llamándonos “el grupo armado no estatal más peligroso del planeta”.
En los días previos al juego, Exum y yo desarrollamos nuestra estrategia. Nosotros (acertadamente) asumimos que nuestros oponentes tendrían excelentes tácticas como una unidad pequeña, así que tomaríamos ventaja de una estrategia fácilmente ejecutada con una pistola de pintura, pero imposible con un arma de verdad que recula cuando la disparas: ráfagas casi continuas de fuego de apoyo. Nick y yo, Ben o Bryan, defenderíamos sin importar lo que pasara, disparando para evitar que el enemigo se acercara directamente. Exum se escondería detrás de una barricada en la esquina del campo, y mataría a cualquiera que intentara acercarse a sus compañeros. El objetivo sería obligarlos a desperdiciar su tiempo y energía intentando romper nuestras defensas, y después, una vez que estuvieran debilitados, yo dirigiría un contraataque.
Durante los primeros tres juegos, la estrategia de Exum funcionó a la perfección, tanto que empezó a molestar de sobremanera al Equipo Hezbolá. Coco odia que nos quedemos esperando en el fondo. “No cambian de estrategia ni se mueven”, le dice a Soha. “Sólo juegan a defender. Es demasiado predecible”. Ella nos transmite el mensaje y nos reímos.
—No estoy aquí para entretenerlos— responde Exum. —Estoy aquí para ganarles.
Coco resulta ser el más platicador del grupo, en especial cuando platica con Soha. —Esta es la mejor guerra en la que he peleado —le dice, después de que su equipo pierde el tercer juego. —Hay bebidas y chicas.
—¿Habían jugado gotcha antes? —le pregunta Soha. —Hemos peleado en las montañas, hemos peleado en el sur y hemos peleado en Beirut, sólo que las balas no eran de pintura —responde Coco.

Un soldado de Hezbolá arroja una granada de aturdimiento, algo que normalmente no está permitido en los juegos de gotcha, ¿pero quién le iba a decir algo?
Eventualmente, los otros guerreros también nos agarraron cariño. Andil (“linterna” en árabe) es extrovertido y gracioso; a pesar de ser un poco gordo, durante los juegos parece un rayo, y es agresivo a madres. Después me dijeron que es miembro de las fuerzas especiales, eso implica que además de todos los años de pruebas, educación religiosa y simulacros militares a los que se someten todos los soldados, recibió un año extra de entrenamiento especializado en Irán.
Khodor, el gigantón que intentó secuestrarme durante el segundo juego, es tímido y profundamente religioso. Viene de un pequeño pueblo en el sur. Al principio la situación lo incomoda un poco, como si disfrutar de nuestra compañía fuera un pecado (además de que en este momento es Ramadán). Cierra los ojos cada que le tomamos una foto, aun cuando nunca se quita la máscara de juego para evitar ser reconocido a través del visor. Después descubrí que sus tareas en Hezbolá incluyen liderar a un equipo para disparar misiles al norte de Israel en caso de guerra.
Después tenemos al Jefe. Cabello obscuro y ojos penetrantes. Trae puesta una chamarra de cuero negra, jeans, tenis y a primera vista parece un tipo cualquiera de Beirut de treinta y tantos años. Visto de cerca, su musculatura se vuelve evidente, así como su confianza, la cual excede por mucho la de Andil y Khodor, algo que confirmamos cuando se presentó diciendo: “Soy el Jefe”.
Durante los primeros juegos, el Jefe observa estoicamente desde un costado, viendo cómo su equipo pierde contra un montón de extranjeros debiluchos. Antes del tercer juego, los llama para hablar con ellos. Mejoraron en un instante, dominaron el siguiente juego derribando a Nick y a Bryan inmediatamente, antes de acorralar a Exum. Aun así, perdieron porque estaban tan emocionados que se olvidaron que yo seguía vivo. Mientras se acercaban a Exum, aparecí de la nada, y los aplastamos en segundos, lo que hizo que Andil se quitara la máscara y me abrazara con emoción. Sus enormes brazos aplastaron mi pecho mientras gritaba: “¡Genial! ¡Genial!” en árabe y me besaba la mejilla.
El gusto nos duró poco. Soha alcanzó a escuchar pequeños murmullos sobre mí. Me dice que Coco y Andil quieren saber por qué está con los extranjeros: “¿Cómo conoces a estos tipos? ¿Por qué son tus amigos?” Como la musulmana secular que es, Soha sabe que nos estamos metiendo en territorio complicado. Aunque los militantes parecen haberme tomado un poco de cariño, el hecho de salir con una chica musulmana local está contrarrestando esa impresión; también soy el que los retó a este combate que están perdiendo. El orgullo está en juego, y para mi sorpresa, parecen más deseosos de dispararme a mí que a Exum, el representante del ejército estadounidense, y hasta ahora su objetivo principal.
Quedé eliminado de inmediato en el siguiente juego cuando Andil, corriendo a toda velocidad, me disparó en la cara a 30 metros de distancia. Pero terminamos ganando ese juego, el cuarto, para lograr una marcador de 3 contra 1. Se vuelve evidente que el Jefe está harto, y anuncia que está listo para unas rondas de cinco contra cinco.
—Viene a salvar a sus muchachos  —dice Nick, mientras los árbitros anuncian el siguiente juego. Cada equipo elige a un capitán (el Jefe y yo) y defienden sus respectivas torres en lados opuestos del campo. Sólo el capitán puede entrar a la torre del otro equipo, y cuando lo hace, su equipo gana. Dispárale al capitán contrario en la cabeza y el juego se acaba.
Para nuestro primer juego cinco contra cinco con el Jefe, Exum diseñó una estrategia elaborada que describirla, toma cinco veces más de tiempo del que se tardó el Jefe en recorrer el campo con una lluvia de balas de pintura, entre los gritos de sus compatriotas guerrilleros. Llegó hasta nuestra torre sin un rasguño; el juego terminó antes de que pudiera empezar a correr. Ahora estamos 3-2 y el Equipo Hezbolá estalla como un volcán alardeando con insultos. Hasta Khodor, el más callado del grupo, se une al canto: “¡20 segundos! ¡20 segundos!”
La siguiente ronda es todavía más corta. La sirena suena y el Jefe corre hasta nuestra torre. Fin. Pero esta vez noto que aunque parece bastante rápido, no lo es tanto. Puede que yo sea más rápido que él. Ni siquiera trata de atacarnos, simplemente sostiene su rifle sobre su cabeza como escudo mientras corre en línea recta. Yo puedo hacer eso.
Después de que el Jefe nos patea el trasero dos veces en 30 segundos, las cosas se empatan. Se habla de cambiar las reglas una vez más para garantizar que el juego de desempate sea más emocionante, pero son las 11:00 pm y Khodor tiene que llegar a la mezquita a media noche para las oraciones del Ramadán. Sus compañeros, quienes también celebran el Ramadán, lo presionan para que se quede a la gran final, y aunque se nota que realmente quiere seguir jugando, tiene que rezar. Sólo hay tiempo para otra ronda de dispárale al capitán.
Decidimos copiar la estrategia del Jefe: correr directo a la torre, con mi arma protegiendo mi cabeza, mientras Bryan, corre junto a mí recibiendo todos los balazos. Cuando suena la sirena, ignoro a nuestros oponentes y miro directo a las escaleras de la torre, a 50 metros de distancia. La carrera empieza. Bryan se tropieza con sus enormes piernas y cae como Gulliver asediado por un enjambre de balas del Equipo Hezbolá. Andil me dispara todo el tiempo pero no logra darme en la cabeza. Segundos después llego a la torre, medio paso antes que el Jefe del otro lado del campo. Ganamos: 4-3.

Un soldado de Hezbolá hace una pausa para descansar de tanta acción con balas de pintura.
En algunas culturas árabes hay una costumbre conocida como baroud: cuando los hombres disparan sus armas al aire con emoción durante una boda, un funeral o algún evento cultural. Hace algunos años, Hezbolá prohibió de forma oficial la práctica, pero esta noche, todos con un cartucho completo de 200 balas de pintura, el Jefe y compañía incluidos, nos reunimos en el centro del campo para celebrar la diversión con un tiroteo al aire. Superamos la barrera del lenguaje para revivir los momentos de la noche o para hablar de pendejadas, mientras nos damos la mano y nos abrazamos para reconocer que hemos hecho algo, si no especial, definitivamente único.
Al final de la noche, las cosas se ponen mas tensas. El Jefe camina hasta Ben y le quita el arma, criticando su puntería. En una exhibición ejemplar, el Jefe apunta cuidadosamente a una cuerda que cuelga en el otro lado del campo y dispara una y otra vez, dando siempre en el blanco mientras grita Yahoud (“Judío”) cada que jala el gatillo. A él le parece gracioso, pero nadie más se ríe.
Casi un mes después del juego, estoy en una camioneta recorriendo la frontera fuertemente vigilada entre Líbano e Israel, donde a las patrullas de Hezbolá, Israel y el ejército libanés se les suman otros 12 mil cascos azules de la ONU. El Jefe está al volante. En las semanas después del juego de gotcha, nos empezamos a llevar un poco mejor. Así que mientras manejamos, accede a contestar a mis preguntas sobre los detalles de sus tácticas en el campo de batalla. Está consciente de que le pregunto porque planeo escribir sobre él y sus compañeros. Mi impresión es que aun cuando sabe que esto está estrictamente prohibido, asume que soy suficientemente inofensivo como para llevarme a algunos puestos abandonados o para explicarme, desde su punto de vista, cómo emboscaron a unos oficiales israelíes en 1994. Después de sacar las baterías de nuestros celulares para evitar que nos espíen o nos localicen, nos dirigimos hacia el sur bajo un lluvioso día de invierno.
Mientras atravesamos los retenes del ejército libanés, colocados para mantener a los extranjeros alejados de una de las fronteras más tensas del mundo, me habla de tácticas militares, empezando por criticar las estrategias de ambos equipos durante el juego de gotcha: de nuestra falta de disciplina y de voluntad para cambiar de plan, la antítesis de la estrategia de Hezbolá. Como ejemplo, me señala una curva en la carretera justo adentro de la antigua Zona de Seguridad, la cual Israel ha ocupado por más de 20 años.
—Ahí fue donde un tanque israelí casi me pasa encima —me dice, mientras describe una emboscada que sucedió en los noventa. —Pero no nos podíamos mover ni hacer ruido, porque el tanque no era nuestro objetivo. 
Mientras nos acercamos a la frontera, nos encontramos con una patrulla israelí del otro lado de la reja, recorriendo la zona con sus Humvees desde la distancia. El Jefe bajó su ventana.
—¡Hellllooooo! —gritó en inglés, sorprendiendo a los soldados. Seguido de un: —¡Váyanse a la mierda! —mientras pisaba el acelerador. Una vez que nos alejamos lo suficiente como para ya no temer que nos dispararan, le pregunté lo que realmente pensaba, en lo personal, de sus enemigos israelíes.
—Están bien entrenados y son rudos. Pelean con coraje y defienden su tierra y a su gente. Los respeto como enemigos. Trabajan con sus manos, pelean por ellos solos y cuidan a su pueblo, son mucho mejores que los saudíes. Ellos son los peores seres humanos. Dicen ser los musulmanes más religiosos, y Dios les entregó el más grande regalo que pueda tener una nación. ¿Protegen a los musulmanes con su dinero? ¿Dan de comer a los pobres? ¿Desarrollan una cultura? No, se lo gastan todo en autos y putas. Los odio. 
Esto viniendo de alguien que, durante nuestro juego de gotcha, respondió a la pregunta de Soha sobre sus tácticas militares balbuceando: —A veces, cuando tienes una pistola en tus manos, aprendes cosas. Claramente, estamos progresando; hoy parece mucho menos intimidante. Mientras seguimos con nuestro paseo por la frontera, me explica cómo se debe ejecutar una emboscada (quédate escondido y deja pasar cinco oportunidades para atacar) y sobre la primera regla de los guerrilleros de Hezbolá: —Nos enseñan a no morir —me dice. —Nos enseñan que nuestras vidas y nuestro entrenamiento son demasiado valiosos para desperdiciarlos.
Me enseña los lugares desde donde se lanzan los misiles, lugares tan bien escondidos que no los puedo ver hasta que estamos parados sobre ellos y me explica cómo, cuando hay batallas, los encargados de los misiles se mueven en bicicletas para evitar ser detectados. Es exactamente la clase de información táctica detallada, de una fuente militar legítima, que esperaba obtener con el juego de gotcha.
Aun así, durante nuestro viaje, busco entender mejor los sentimientos del Jefe sobre sus adversarios. Su chiste de gritar “Yahoud” mientras le disparaba a la cuerda fue extremadamente ofensivo, pero en un contexto libanés, no fue tan extraño. La gente en esta parte del mundo parece no entender el concepto de lo que es ser políticamente correcto. 
El Ministerio de Defensa israelí tuvo que lidiar recientemente con la noticia de que un equipo de francotiradores que había participado en el ataque contra la Franja de Gaza en 2008, había mandado a hacer playeras con imágenes de mujeres musulmanas embarazadas con una mira a su alrededor. Traían el texto “UN TIRO, DOS MUERTES”.

Máscaras protectoras sobre el mostrador antes de ser bañadas en pintura.
Sin embargo, el mal comportamiento de uno no justifica el del otro, y tengo curiosidad por saber si hay una línea divisora entre la resistencia y el racismo en las mentes de soldados como el Jefe. Así que lo presiono sobre el objetivo real de Hezbolá. ¿Liberar y proteger la tierra de Líbano, o seguir luchando hasta que todos los israelíes se hayan ido? Le pido que considere un escenario en el que los palestinos llegan a un acuerdo donde existan dos Estados, y los israelíes se retiran de los terrenos que algunas facciones consideran parte de Líbano. ¿Seguirían peleando a pesar de todos esos (sumamente improbables) avances?
—Si todas esas cosas suceden, entonces la Resistencia deja de ser una obligación nacional y se convierte en una cuestión religiosa— me responde. —Como musulmanes, sentimos una obligación religiosa por liberar Jerusalén. Pero esto lo podemos resolver de muchas maneras, mientras que la ocupación sólo la podemos resolver con la Resistencia.
Después me dice que los israelíes deben aprender que no pueden ganar una guerra en Líbano porque están peleando contra un pueblo que tiene un país que defender. Y esto es una idea crucial. A pesar su orgullo por las habilidades de Hezbolá, me señala en la dirección de Israel y elocuentemente me resume un tema que poco militantes en Medio Oriente se atreven a abordar.
—Si la guerra se peleara 500 metros en esa dirección, la Resistencia nunca podría ganar. No podríamos vencer a los israelíes ahí, no en su tierra, junto a sus casas—. Nunca había escuchado a un militante islámico admitir que Israel es de los israelíes. Después habla de cómo en 1982, 50 mil soldados palestinos entrenados y bien armados no pudieron mantener a los israelíes fuera de Beirut durante una semana. Pero según él, menos de mil soldados de Hezbolá pudieron hacerlo durante 34 días en 2006. —Los palestinos no pueden pelear porque no tienen un hogar que defender. Ya habría una Palestina, si no fuera por los palestinos.
A partir de esta declaración, lo presiono para que me diga qué cree que podría detener este ciclo de violencia en el sur. ¿Qué pasaría si los israelíes salen de tierras libanesas, hacen las paces con los palestinos y nunca vuelven a amenazar a Líbano?
—Algunos consideran que la violencia es la forma de solucionar todos los conflictos religiosos, como la liberación de Jerusalén. Pero eso implicaría el fin de la Resistencia.
—Entonces, ¿habría paz? —le pregunto.
Lo piensa un segundo. —Claro—, me responde, sin sonar muy convencido. 


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- El dia que Saddam Hussein prendio en fuego Kuwait



Cuando Saddam Hussein invadió Kuwait el 2 de agosto de 1990 inició un conflicto político que provocó una devastadora catástrofe medioambiental. Juró que si lo “expulsaban de Kuwait por la fuerza, entonces Kuwait ardería”, y resulta que no estaba bromeando.

Mantuvo su palabra y prendió fuego a todo. Durante la evacuación, las tropas iraquíes incendiaron casi 700 pozos petroleros en Kuwait. Los incendios comenzaron en enero de 1991 y el último se extinguió diez meses después. En total, se estima que se consumieron seis millones de barriles de petróleo al día.

Debido al número de pozos en llamas, era imposible para un equipo de bomberos extinguirlos a tiempo para evitar una catástrofe global, de modo que el gobierno de Kuwait pidió ayuda internacional. Unos 50 países respondieron a su llamada, entre ellos el Reino Unido, en cuyo equipo estaba yo.

Llegamos el 28 de febrero de 1991 y todavía recuerdo la escena apocalíptica con la que me encontré cuando aterrizamos. 

El cielo estaba tan negro que parecía que el día se había convertido en noche, y mientras volábamos bajo las nubes, lo único visible eran 700 pozos en llamas, todos ardiendo al mismo tiempo.













Nos enviaron a trabajar a los campos petroleros del norte y el viaje de 50 kilómetros en coche desde el aeropuerto fue algo que jamás olvidaré. 

Al pasar por la Ciudad de Kuwait, las imágenes de la devastación y la masacre humana eran horripilantes. Había restos de vehículos y cuerpos abandonados por todos lados, los cuerpos colgaban de los vehículos y estaban tirados por las calles. Las cifras oficiales calculan diez mil muertos, pero las cifras extraoficiales hablan de cien mil.

El campamento en el que nos quedamos estaba entre los pozos en llamas, así que pasé varias noches sin dormir por el rugir de los incendios y porque el fuego iluminaba el cielo. 
La temperatura en el desierto bajaba a menos de cero grados por la noche. Por si eso no fuera suficiente, el campamento estaba rodeado de campos minados: millones de minas instaladas para dificultar el trabajo de los bomberos. 

Los tanques vacíos y las municiones tapizaban el desierto como botellas de cerveza después de un fin de semana de rave. Cuando tenía que conducir nunca me salía del camino, aunque muchos lo hacían. Y muchos murieron por ello.

Hacia noviembre ya se habían apagado todos los incendios, y todos los equipos de bomberos regresaron a sus casas, enriquecidos de múltiples formas por la experiencia.

Estas fotos son de mi primera semana en el lugar. Por desgracia, el servicio secreto estadounidense confiscó mis primeros cinco carretes cuando se los entregué para que me los revelaran. 
No estoy seguro, pero mis instintos me dicen que eso tuvo que ver con las atrocidades y violaciones a los derechos humanos que habían quedado retratadas en esos carretes.









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- Los unicos residentes de Chernobil


- Chernobil -





El desastre de Chernobil se lleva la palma en lo que a catástrofes nucleares se refiere desde el día en que Ernest Rutherford descubrió cómo partir un átomo con éxito, cambiando el rostro de la masacre para siempre. El 26 de abril de 1984, un accidente en un reactor en la planta de energía nuclear de Chernobil soltó una cantidad desorbitada de radiación que fue extendiéndose por toda la ciudad. Se evacuó el área, forzando a irse a la gente que vivía a menos de 30 km de la central.

Sin embargo, a pesar de que la zona de exclusión estaba acordonada por el ejército ucraniano (y de que era altamente radioactiva), miles de personas regresaron a sus casas, aparentemente de forma ilegal, sin saber que el lugar representaba un riesgo inmenso para su salud. Menos de 200 todavía siguen vivos hoy, y muchas de estas personas tienen familia e hijos, que, obviamente, están gravemente enfermos.

El fotógrafo Jake Baggaley viajó a Obihodi, el único pueblo de la zona de exclusión donde todavía queda gente, con la intención de documentar la vida de sus residentes. Contacté con Jake para que me contase cómo le había ido.





Hola, Jake. ¿Cómo has acabado yendo a Chernobil?

Jake Baggaley: Mi hermano me contó lo que había pasado allí un año antes de que decidiese ir. Me informé bastante sobre el tema y me pareció alucinante, así que resolví verlo con mis propios ojos. Me estaba informando para un proyecto de fotografía que iba a hacer al año siguiente y pensé, “a la mierda, me voy a Chernobil”. Me puse en contacto con 10 ó 20 organizaciones benéficas y una de ellas, Chernobyl Children’s Life Line, me respondió, así que me fui con ellos.

¿Tu idea era hacer fotografías o solo querías ir a ayudar?

Mi idea siempre había sido hacer fotos del lugar. Chernobil es un tema sobre el que ya hay mucha información, y yo quería dar con un ángulo distinto. Mi proyecto se centra en Obihodi, el único pueblo de la zona de exclusión en el que aún vive gente y el único donde hay niños y familias.

¿Qué querías comunicar con tus fotografías?

Solo que la gente fuese consciente de lo que estaba pasando allí y de que había gente en el mundo que había elegido vivir de esta forma. El resultado del proyecto fue un libro con 60 fotografías. Las fotos mostraban el contraste entre la gente que había sido evacuada y ahora vive en grandes ciudades y culpa a la radiación de todos sus problemas, y la gente que vive en la zona radioactiva y ha decidido ignorar la radiación.




Un doctor en un centro de salud a 60 km de la zona de exclusión


¿Cómo es la calidad de vida en la zona de exclusión?

Bastante mala. No hay colegios ni asistencia médica, puesto que vivir ahí es ilegal. Todos los niños estaban muy enfermos; tenían cáncer y sus sistemas inmunológicos eran muy débiles. Pero sus padres parecían completamente ajenos al tema e ignorar el hecho de que era la radiación la que causaba todos esos problemas.

Muy fuerte, y también muy triste por parte de los padres.

Eso mismo pensé yo. A mí no me importa si la gente quiere volver a sus casas y morir por culpa de la radiación, es su decisión, pero esos niños no han tenido oportunidad de decidir y morirán ahí tras haber tenido una vida de mierda.

¿Hay algún tipo de servicios o instalaciones?

No. Todo funciona por un sistema de automantenimiento. Cultivan su propia comida y cogen agua de los pozos. Es triste, porque la radiación del fuego se convirtió en cenizas en el aire creando una nube de cenizas que más tarde se depositó en el suelo. Todo lo que cultiven en esas tierras será fatal para su salud.




Una vista de Prypiat, la ciudad más grande del área de exclusión, hoy en día desierta.


¿Se envenenarán por culpa de las verduras?

Sí, y por comer carne de los animales que a su vez se comen la hierba.

Si los niños no van a la escuela, ¿qué hacen con todo ese tiempo libre?

Realmente no lo sé. La mayoría estaba bastante enfermos. Conocí a una familia con tres niños. Dos de ellos pasaban el día en la cama y, por lo que mi intérprete me contaba, estaban todo el día en la cama, literalmente, a causa de su enfermedad. Uno tenía cáncer y otro un sistema inmunológico nefasto. Era discapacitada, no solo física sino también mentalmente. Y sólo tenía un dedo. ¿Qué van a hacer estos niños de mayores? Es algo que no dejé de preguntarme.

¿Alguno de los padres ha intentado sacar a sus hijos de la zona de exclusión?

No. Hay un cura que vive cerca del área y se cuela sin que los guardas le vean. Los padres le piden que oficie misas y rece con los niños. Parece que la religión es lo único que les importa.




La alcaldesa mostrando a Jake uno de los pueblos que se construyeron para los evacuados.


¿Es ilegal entrar en la zona de exclusión?

Bueno, lo que es ilegal es vivir allí. Para entrar necesitas que los soldados te escolten, y también un conductor. En realidad es muy fácil saltarse cualquier regla en la ex Unión Soviética si tienes dinero suficiente.

¿Cómo se sentían los escoltas militares por el hecho de que allí viviese gente de forma ilegal?

Parece que hay algún tipo de acuerdo entre los guardias y la gente. Algunos me contaron que los guardias incluso les traen cosas de los pueblos de fuera de la zona de exclusión.

¿Crees que eso es corrupción o que los guardas tratan de ser amables?

Creo que es amabilidad. En el pueblo al que fui no mencionaron nada sobre los guardias.



Esta mujer vivía en la zona de exclusión. Tiene tres hijos y está embarazada del cuarto.


¿Todos los residentes estaban enfermos, o había algunos que no?

No, muchos de ellos parecían estar bien. O tan bien como la gente mayor pueda estar. Conocí a ancianos de 80 años que estaban bien, pero la mayoría de los niños estaban enfermos. Los padres me contaban con toda tranquilidad que sus hijos estaban enfermos, pero se negaban a admitir que la culpa era del lugar.




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- Stephen Hawking


10 cosas que no sabías de Stephen Hawking

Stephen Hawking


No es necesario ser un experto científico para que la figura del genio Stephen Hawking te atraiga. Muchas personas lo han visto por la televisión y jamás se han preguntado nada sobre él. ¿Ha sido siempre tan brillante?¿Cómo era antes de su enfermedad?¿Ha conocido el amor?¿Tiene hijos? En el siguiente artículo intentaremos desvelar algunos de las curiosidades más interesantes de este misterioso personaje.


10.- Lo primero que hay que conocer de Stephen Hawking es que ya desde pequeño sus compañeros veían en él a un genio al que apodaron “Einstein”. Este hecho no viene debido a su impresionante expediente académico, ya que era un estudiante vago y mediocre, sino por su personalidad. La principal preocupación de su padre en esta etapa era motivarle para que consiguera la beca para Oxford, ya que no podían pagárle los estudios. Finalmente la consiguió.


9.- Aborrecía la biología. Lo que realmente le interesaba desde joven eran las matemáticas. Sin embargo, ya que Oxford no tenía una especialidad en esta materia, decidió escoger física, alejándose de la visión subatómica para centrarse en la cosmología.


8.- Formó parte del equipo de remo de la universidad. Esta actividad le ayudó a combatir la soledad y la depresión de su primer año en Oxford. Su función en el equipo fue la de timonel, ya que su complexión, antes de la enfermedad, no era la de un atleta. Aunque le ayudó a ser más popular le restó tiempo de estudio, ya que entrenaban 6 tardes por semana, lo que le llevó a afilar su ingenio para completar las prácticas de laboratorio.


7.- Cuando le descubrieron la enfermedad a la edad de 21 años le vaticinaron pocos años de vida, ayer cumplió los 70. Los primeros síntomas de torpeza de movimientos llevaron a su familia a obligarle a ver a un doctor. Tras diagnosticarle esclerosis lateral amiotrófica (ALS) cayó en una depresión que pudo superar gracias al apoyo de su reciente novia Jane Wild que afirmó haberse sentido atraida por su “sentido del humor y su personalidad independiente”. Su compromiso le dio “algo por lo que vivir”


6.- Ayudó a crear, junto con Jim Hartle, la teoría del universo sin límites. Según su ejemplo el universo es como la Tierra, no puedes encontrar un punto en el que termine. Sin embargo, la superficie de la Tierra tan sólo tiene 2 dimensiones mientras que el espacio tiene 4.


5.- Perdió una apuesta sobre los agujeros negros. Los agujeros negros se forman cuando las estrellas se apagan pero mantienen su poderosa gravedad. Esto produce una absorción de la que ni la luz puede huir. Según Hawking nada de lo que quedara atrapado por el agujero negro escapaba. Finalmente rectificó al demostrarse que los agujeros negros emitían radiación en la que la información de cuerpos absorvidos anteriormente está presente.


4.- Aunque no cuenta con ningún premio Nobel cuenta con númerosas distinciones entre los que hay por lo menos 12 menciones honoríficas que sólo científicos de la talla de Newton han conseguido.


3.- Es el autor, junto con su hija Lucy Hawking, del libro para niños “George’s Secret Key to the Universe.” Este libro enmarcado en una trilogía narra las aventuras del pequeño George y sus viajes a través del espacio. Con este libro se trata de hacer comprensibles y atractivos los conceptos científicos para los niños.


2.- Cree en la posibilidad de la existencia de Aliens. Aunque afirma que la existencia de vida inteligente es poco común no descarta que algún día pudieramos entrar en contacto con alguna nueva civilización.


1.- Ha experimentado la gravedad cero por medio del Gravity Corp y ha realizado un viaje sub-orbital con Richard Branson’s en el Virgin Galactic. Más allá de entrar en ligero contacto con el campo que estudia, Hawking ve el espacio como el mundo que el ser humano tendrá que colonizar una vez salga de la Tierra.

jueves, 27 de diciembre de 2012

- La mujer que intento salvar a Hitler.



- Hanna Reitsch -





Hanna Reitsch, nació en Hirschberg, Silesia, Alemania, el 29 Marzo de 1912, hija de un oftalmólogo, director de un centro de salud ocular en esa ciudad. Cuando niña solía visitar la clínica con su hermano Kurt alentando a los pacientes, en especial los niños y eso despertó su interés por la profesión. Hanna era rubia, menuda y llena de vigor y llegaría a ser un símbolo de la valentía y el coraje en Alemania. Cuando algunos probadores de aviones se negaron a trabajar con los nuevos modelos a reacción, ella los increpó con la frase “si en Alemania no hay hombres, no importa: hay mujeres”, presentándose voluntaria para probar algunos de los modelos más peligrosos.

Cuando creció, sus aspiraciones fueron convertirse en doctora misionera, volando su propio avión, pero primero, debía cumplir una promesa hecha a su padre de estudiar la carrera de medicina. Al finalizar sus estudios, ya el Tratado de Versalles le había cortado las alas a Alemania vetando completamente su arma aérea, por tanto, Hanna sólo pudo tomar clases de planeadores en Grunau, convirtiéndose en una excelente aviadora de planeadores.




En 1931 era estudiante de medicina y estableció una marca de duración de vuelo sin motor, con 5h30m -que se convirtió luego en 11h30m, en el año 1933. Un año después, en 1934, estableció el record de altura para una mujer, 2800 metros. En 1936 obtuvo otro record, esta vez de distancia para planeadores, con nada menos que 305 kms, marca que volvió a batir en 1939. También en 1936, se adjudicó el record de altura para mujeres con 2800 metros.  

En 1937 cruzó los Alpes en un planeador, toda una hazaña, considerando que el primer aviador que cruzó los Alpes, fue el peruano Jorge Chavez, pero lo hizo en un avión Bleriot a motor, el 23 de setiembre de 1910. Hanna en toda su carrera, estableció más de 40 marcas mundiales de altura y velocidad, tanto con planeadores como con aviones a motor de explosión, Jet y cohete, hecho que no ha sido igualado por otra mujer en el mundo.



Cuando en la época anterior al nazismo se le prohibió participar en algunas comnpeticiones acrobáticas por ser mujer, se opuso a esta discriminación por razones de sexo con su famosa frase “confunden ustedes la aviación con un cuarto de baño”.
Con la llegada de los nazis al poder, Göring la autorizó expresamente a representar a Alemania en cualquier tipo de evento. Su adhesión al nazismo era indudable y eso, sin duda, la ayudó a superar cualquier barrera de sexo. Aunque ideológicamente el nazismo abogaba por que las mujeres se quedaran en casa, se dio la paradoja de que bajo su régimen lograsen algunas mujeres responsabilidades impensables en los años anteriores, y también en los posteriores.

Siempre estuvo presente implantando marcas y su fama se extendió, siendo solicitada para actuar en películas y también para formar parte de una expedición, que estudió el clima en Sudamérica. Hitler la hizo Capitán de Aviación Honoraria, la primera mujer en recibir tal honor.




En 1937 era una ferviente partidaria del Nacionalsocialismo y con la reinstitución de la Fuerza Aérea Alemana (Luftwaffe) fue solicitada como piloto de pruebas, cargo que aceptó más que encantada, por ser llamada para servir a su país. Ella llamaba a los aviones “Guardianes de las Puertas de la Paz.”


En esos años, en que se forjó la nueva Luftwaffe, Hanna estuvo en primera fila participando en los desarrollos tecnológicos que hicieron de la aviación alemana, la fuerza más poderosa del mundo. En 1941 Hitler le otorgó la Cruz de Hierro de Segunda Clase, por el trabajo que realizó con el objeto de encontrar un método para cortar los cables y derribar los globos de barrera antiaérea británicos.


Hanna probó todos los aviones que produjo la Luftwaffe, desde los planeadores de transporte de tropas y los primeros helicópteros alemanes (Focke-Achgelis), el diminuto misil cohete Henschel Hs 293, hasta el primer avión cohete del mundo, el Me 163. En su primer vuelo con ese avión, Hanna despegó y en minuto y medio lo elevó a una velocidad de 804 km/h, con un ángulo de 65º, hasta los 9.150 metros de altura. Un record de velocidad y altura, no solo para Hanna sino para el ser humano. En uno de los vuelos de prueba del Me 163, Hanna resultó herida tras un aterrizaje forzoso y el avión quedó semidestruido. Por supuesto que Hanna no podía estar ausente en las primeras pruebas de la bomba voladora V-1 que utilizaba un motor cohete, e iba equipada con una cabina durante esas primeras pruebas.



Hanna Reitsch fue una nacionalsocialista convencida y sincera. Desde que conoció a Hitler quedó impresionada por la personalidad del Führer, en quien confió hasta el último momento. Fue sin duda alguna, una mujer de cualidades muy especiales, con dotes fuera de lo común en su condición de mujer y también en lo que respecta a la aviación. Dio muestras de gran valor durante toda su vida y en especial en 1945, cuando Alemania se encontraba agonizando. 

Hitler llamó a Berlín al General von Greim, quien en esos momentos tenía una relación amorosa con Hanna. Ambos salieron de Munich el 26 de abril de 1945, en un caza FW 190 escoltados por otros 15 aviones con la intención de abordar un helicóptero con el que cruzarían, primero las líneas americanas y luego las rusas, que ya rodeaban la capital germana. Hanna hizo el vuelo parada en la parte posterior del asiento del piloto, medio inclinada hacia adelante. 

Volaron a través de las líneas americanas, sorteando los antiaéreos y los cazas P-40. Pero, encontraron al helicóptero destrozado y abordaron un Fieseler 156, para completar el viaje. Con el frágil avión, Greim y Hanna en el asiento trasero, cruzaron el cielo berlinés en medio del fuego de la artillería soviética. Greim fue herido y Hanna piloteó el avión por encima del cuerpo del general, aterrizó en la avenida Unter der Linden y se presentó ante el Fürer para salvarlo, logrando hacerlo aterrizar casi en la puerta de la Cancillería. Luego que Greim fue condecorado y nombrado Comandante General de la Luftwaffe, en reemplazo de Göring, 
Hitler, conmovido por su valentia, le ordenó que huyera, para reunirse con el Almirante Dönitz, nombrado sucesor de Hitler. Hanna escapó en el mismo avión entre las explosiones. Sólo por orden expresa de Hitler.

Arterrizar y despègar de Berlín en aquellas fechas, y a bordo de un Fiessler Storch es provavlemente una de sus mayores hazañas como piloto, aunque ya tenía cierta experiencia en semejantes dificultades, pues había protagonizado peligrosísimas exhibicioens de vuelo a puerta cerrada, en edificios y carpas techados.
Al terminar la guerra, Hanna fue hecha prisionera, retenida durante 15 meses, sometida a intensos interrogatorios y finalmente liberada en 1946.

En 1951 escribió su autobiografía titulada ‘Mein Leben’, renombrada en las traducciones de 1954, como ‘The Sky is my Kingdom.’. Un año después, fue la única mujer que compitió en el Campeonato Internacional de Planeadores de Madrid, donde se adjudicó la Medalla de Bronce. En 1955 ganó el Campeonato de Planeadores de Alemania, también como la única competidora de sexo femenino.




En 1951 publicó su autobiografía titulada ‘Mein Leben’ (The Sky is my Kingdom.).

Después de la Segunda Guerra Mundial se prohibió a los ciudadanos alemanes el vuelo en avión, luego está prohibición se flexibilizó y se permitió el vuelo en planeador. En 1952 en una competición mundial de vuelo en planeador que se llevó a cabo en España, Hanna Reitsch logró la tercera posición (como la única mujer que participó en el evento). Desde 1954 trabajó como piloto de pruebas en Darmstadt, esta vez para la nuevamente fundada Comisión Alemana para el Fomento del Vuelo en Planeador (DVL).

Murió en 1979 a consecuencia de una dolencia cardiaca.

En la práctica, que no en la teoría política, es uno de las principales exponentes de la lucha por la igualdad entre hombres y mujeres.