martes, 22 de enero de 2013

- El Santo Padre de los Nazis




Fragmento: Siempre estuve convencido de que la evidente santidad de Eugenio Pacelli era una prueba de su buena fe. ¿Cómo podría haber traicionado a los judíos un Papa tan Santo?. Pedí acceso a documentos cruciales, asegurándoles a sus custodios que estaba del lado de mi investigado: en un libro titulado Un ladrón en la Noche, yo había defendido al Vaticano contra cargos del asesinato del Papa Juan Pablo I por sus pares.

Leer: Cristianismo y Nazismo, grandes cómplices del ayer

Dos oficiales me permitieron acceder al material secreto: declaraciones bajo juramento que se juntaron hace treinta años para avalar el proceso de canonización de Pacelli y el archivo de la Secretaría de Estado del Vaticano. También recurrí a fuentes alemanas en relación con las actividades de Pacelli en Alemania durante las décadas del ´20 y del ´30, incluidos sus contactos con Adolf Hitler.

A mediados de 1997 me encontré en un estado de shock moral. El material que había juntado no apuntaba a una exoneración sino a una acusación aún más escandalosa.

La evidencia era explosiva, Mostraba por primera vez que Pacelli (Pío XII) era abiertamente, y según sus propias palabras, antisemita.

Pacelli llegó al Vaticano en 1901, a la edad de 24 años, reclutado para especializarse en cuestiones internacionales y derecho canónico. Colaboró con su superior, Pietro Gasparri, en la reformulación del Código de Derecho Canónico que se distribuyó en 1917 a los obispos católicos de todo el mundo.

A la edad de 41 años, ya arzobispo, Pacelli partió hacia Munich como nuncio papal para comenzar el proceso de eliminar los desafíos legales a la nueva autocracia papal y procurar un tratado entre el papado y Alemania como un todo, que reemplazará todos los arreglos locales y se convirtiera en un modelo de las relaciones entre la Iglesia Católica y los Estados.

En mayo de 1917 recorrió Alemania, destruida por la guerra, ofreciendo su caridad a gente de todas las religiones. Sin embargo, en una carta al Vaticano, reveló tener menos amor por los judíos. El 4 de septiembre le informó a Gasparri, que era cardenal secretario de estado en el Vaticano, que un doctor Werner, el rabino jefe de Munich, se había acercado a la nunciatura para rogar un favor. Con el fin de celebrar Succoth, los judíos necesitaban hojas de palmeras, que normalmente llegaban de Italia. Pero el gobierno italiano había prohibido la exportación, vía Suiza, de unas palmeras que los judíos habían comprado y que estaban retenidas en Como. "La comunidad israelita" continuaba Pacelli "busca la intervención del Papa con la esperanza de que abogue a favor de los miles de judíos alemanes".

Pacelli le dijo a Gasparri que no le parecía apropiado que el Vaticano "los ayudara en la práctica de su culto judío". Gasparri respondió que confiaba completamente en la "astucia" de Pacelli, coincidiendo con que no sería apropiado ayudar al rabino Werner.

Dieciocho meses más tarde reveló su antipatía por los judíos de una manera más abiertamente antisemita, cuando estuvo en el centro de una revuelta bolchevique en Munich. En una carta a Gasparri, Pacelli describió a los revolucionarios y a su líder, Eugenio Levien: "Un ejército de trabajadores corría de un lado a otro, dando órdenes, y en el medio, una pandilla de mujeres jóvenes, de dudosa apariencia, judías como todos los demás", daba vueltas por las salas con sonrisas provocativas, degradantes y sugestivas.

La jefa de esa pandilla de mujeres era la amante de Levien, una joven mujer rusa, judía y divorciada. (...) Este Levien es un hombre joven, de unos 30 o 35 años, también ruso y judío. Pálido sucio, con ojos vacíos, voz ronca, vulgar repulsivo, con una cara a la vez inteligente y taimada.

Hitler que había logrado su primer gran triunfo en las elecciones de 1930, quería un trato con el Vaticano porque estaba convencido de que su movimiento sólo podía tener éxito si se eliminaba al catolicismo político y sus redes democráticas. Luego de su ascenso al poder en enero de 1933, Hitler hizo una prioridad de su negociación con Pacelli.

El Concordato del reich le garantizó a Pacelli el derecho a imponer un nuevo Código de Leyes Canónicas sobre los católicos de Alemania. A cambio, Pacelli colaboró en el retiro de los católicos de la actividad política y social. Luego Hitler insistió en la disolución "voluntaria" del Partido Central Católico Alemán!.

Los judíos fueron las primeras víctimas del Concordato: luego de su firma, el 14 de julio de 1933, Hitler dijo a su gabinete que el tratado había creado una atmósfera de confianza "especialmente significativa en la lucha urgente contra el judaísmo internacional". Aseguraba que la Iglesia Católica le había dado su bendición pública, en el país y afuera, al nacionalsocialismo, incluida su posición antisemita.

Durante los años ´30, a medida que el antisemitismo nazi crecía en Alemania, Pacelli no se quejó ni siquiera en nombre de los judios convertidos al catolicismo: para él, era cuestión de política interna.

En enero de 1937, tres cardenales y dos obispos alemanes viajaron al Vaticano para pedir una vigorosa protesta contra la persecución nazi de la Iglesia Católica, a la que se le habían suprimido todas las formas de actividad con excepción de los servicios religiosos. Finalmente, Pío XI decidió lanzar una encíclica, escrita bajo la dirección de Pacelli (futuro Pio XII), donde no había ninguna condena explícita al antisemitismo.

En el verano de 1938, mientras agonizaba, Pío XI se preocupó por el antisemitismo en Europa y encargó la redacción de otra encíclica dedicada al tema. El texto que nunca vió la luz del día, se descubrió hace poco. Lo escribieron tres jesuitas, pero presumiblemente Pacelli estuvo a cargo del proyecto. Se iba a llamar Humani Generis Unitas (La unión de las raza humana) y, a pesar de sus buenas intenciones, está lleno de una antisemitismo que Pacelli había mostrado en su primer estadía en Alemania. Los Judíos, dice el texto, eran responsables de su destino, Dios los había elegido, pero ellos negaron y mataron a Cristo. Y "cegados por su sueño de triunfo mundial y éxito materialista" se merecían "la ruina material y espiritual" que se habían echado sobre sí mismos.

El documento advierte que defender a los judíos como exigen "los principios de humanidad cristianos" podría conllevar el riesgo inaceptable de caer en la trampa de la política secular. La encíclica llegó a los jesuitas de Roma a fines de 1938; hasta el día de hoy, no se sabe por qué no fue elevada a Pío XII, Pacelli, convertido en Papa el 12 de marzo de 1939, sepultó el documento en los archivos secretos y les dijo a los cardenales alemanes que iba a mantener relaciones diplomáticas normales con Hitler.

Pacelli conoció los planes nazis para exterminar a los judíos de Europa en enero de 1942. Las deportaciones a campos de exterminio habían comenzado en diciembre de 1941. A lo largo de 1942, Pacelli recibió información confiable sobre los detalles de la solución final provista por los británicos, franceses y norteamericanos en el Vaticano.

El 17 de marzo de 1942, representantes de las organizaciones judías reunidos en Suiza le enviaron un memorándum a través del nuncio papal en Berna, donde detallaban las violentas medidas antisemitas en Alemania, en sus territorios aliados y en zonas conquistadas. El memo fue excluido de los documentos de la época de la guerra que el Vaticano publicó entre 1965 y 1981.

En septiembre de 1942, el presidente norteamericano Franklin Roosevelt envió a su representante personal, Mylon Taylor, a que le pediera a Pacelli una declaración contra el exterminio de los judíos. Pacelli se negó a hablar porque debía elevarse sobre las partes beligerantes.

El 24 de diciembre de 1942, finalmente, Pacelli habló de "aquellos cientos de miles que, sin culpa propia, a veces sólo por su nacionalidad o raza, reciben la marca de la muerte o la extinción gradual". Esa fue su denuncia pública mas fuerte de la solución final.

Pero hay algo peor. Luego de la liberación de Roma, Pio XII pronunció su superioridad moral retrospectiva por haber hablado y actuado a favor de los judíos. Ante un grupo de palestinos, dijo el 3 de agosto de 1946:

"Desaprobamos todo uso de fuerza (...) como en el pasado condenamos en varias ocasiones las persecuciones que el fanatismo antisemita infligió al pueblo hebreo." Su autoexculpación grandilocuente un año después del fin de la guerra demostró que no sólo fue Papa ideal para la solución final nazi, sino que también un hipócrita.



¿Qué dicen los nuevos documentos?

La nueva evidencia que recopilé muestra que:


La asombrosa antipatía de Pacelli por los judíos venía de 1917, lo cual contradice que sus omisiones fueron hechas de buena fe y que "amaba" a los judíos y respetaba su religión.


Pacelli le reconoció al Tercer Reich que sus políticas antisemítas eran asuntos internos de Alemania. El Concordato entre Hitler y el Vaticano creó un clima ideal para la persecución de los judíos.


Pacelli no avaló la protesta de los obispos católicos alemanes contra el antisemitismo.


Pacelli intentó mitigar el efecto de las encíclicas de Pío XI al darle garantías diplomáticas privadas a Berlín, a pesar de conocer la abierta persecución de los judíos.


Pacelli estaba convencido de que los judíos se habían procurado su suerte: intervenir a su favor sólo podía llevar a la Iglesia hacia alianzas con fuerzas hostiles al catolicismo.


                            

Hitler (centro) frente al monumento a los caídos en la guerra en el pequeño pueblo de Franken. Según Ray Cowdery, Hitler raramente perdía la oportunidad de visitar monumentos a los caídos, aún cuando no hubieran fotógrafos presentes. (Fuente: Hitler: The Hoffmann Photographs, Vol. 1, Ray Cowdery, Ed., 1990)

                
Hitler siempre demostró e hizo publica su fe. En esta foto lo muestra saliendo de la Iglesia Marine de Wilhelmshaven.

                         
Hitler rezando. La foto original dice: "Der ergreifende Abschlub der Kundgebung in Wien: Wir treten zum Beten..." [El emocional y emotivo fin a una concentración en Viena: Recemos ...]. (Fuente: Hitler: The Hoffmann Photographs, Vol. 1, Ray R. Cowdery, Ed., 1990)

                                  
El 20 de Abril de 1939, el Arzobispo Cesare Orsenigo, nuncio Papal en Berlin, celebra el cumpleaños de Hitler. Las celebraciones iniciadas por Pacelli (Papa Pio XII) se transformaron en una tradición. Cada 20 de Abril el Cardinal Bertram de Berlin enviaba sus "mas calurosas felicitaciones al Fuhrer en nombre de los obispos y las diósesis de Alemania con las fervientes plegarias que los Católicos de Alemania envían al cielo desde sus altares." (Hitler's Pope: The Secret History of Pius XII, por John Cornwell).

                     
Hitler firma un autógrafo para una admiradora cristiana.
(Fuente: Hitler in Seinen Bergen, Heinrich Hoffmann, Berlin, den 24.9.35)

                            
Joseph Ratzinger (actual "Papa") haciendo el saludo Nazi.


Gott Mit Uns (Dios está con Nosotros). EM Cinto del Ejército Alemán (Acero estampado, 1937 diseño de "R S & S" para Richard Sieper & Sohne Ludenscheid).

          
La firma del Concordato por parte del Cardenal Pacelli (mas tarde conocido como el Papa Pio XII). En el año 1933, el era Secretario de Estado del Vaticano. Dos puestos hacia la izquierda se encuentra sentado Franz von Papen quien fuera Nuncio Papal en Alemania. Parado a la extrema derecha se puede ver un poco conocido prelado del Vaticano llamado, Montini, quien mas tarde se transformara en el Papa Pablo VI. (Fotografía contemporanea, siglo XX [AA]).

                  
Mujeres en vestidos tradicionales unidas a los Nazis en la investidura de Ludwig Muller como Obispo de la Iglesia del Reich. Muller alababa el concepto de "una poderosa Iglesia Cristiana que uniera a todo el pueblo alemán."
(de Museum of Tolerance)

                    
Sacerdotes haciendo el saludo Nazi.

              
Heil Hitler. Sacerdotes haciendo el saludo Nazi en un encuentro de la Juventud Católica en el estadio de Berlin-Neukolln en agosto de 1933. (Fuente: A Moral Reckoning: The Role of the Catholic Church in the Holocaust and Its Unfulfilled Duty of Repair by Daniel Jonah Goldhagen).

      
Obispos Catolicos haciendo el saludo Nazi.

              
Obispos Catolicos haciendo el saludo Nazi en honor a Hitler.

      
Una multitud de soldados alemanes ante una cruz cristiana y el Ejército Pardo de Hitler asistiendo a un servicio religioso. La primera foto proviene de: Die Jugend Des Fuhrers Adolf Hitler: Bildbuch uber die grossdeutsche Jugend, 1942. (La juventud del Fuhrer Adolfo Hilter: Libro de fotos de la juventud alemana). La segunda imagen proviene de: Das Braune Heer: mit einem geleitwort von Adolf Hitler. (El Ejercito Pardo: con un prólogo por Adolfo Hitler)

                  
Hitler saluda a Muller el "Obispo del Reich" y Abbot Schachleitner

             
Little Dollfuss, dictador de Austria con el Cardenal Innitzer a la derecha, durante la proclamación de la nueva Constitución Clero-Fascista del año 1934.

                 
Hitler Saluda aun Cardenal Católico.

             
Saludo Nazi como muestra de máximo respeto.

                 
Un Cardenal marcha con los Nazis. El Cardinal Michael Faulhaber marcha entre las filas de los hombres de la SA en una concentración Nazi en Munich.

                       
La Alta Jerarquía Católica Romana de España dando el saludo fascista en Santiago de Compostela en el año 1937.

                  
“Evangelización” Católica durante la Guerra Civil Española.

                   
Monjas de la guerrilla fascista española.

2 comentarios:

  1. Pate´tico artículo, propio de judíos, falsos y perversos como sus padres los demonios.
    El problema que tenemos la humanidad son los judíos antihumanitas.
    Y los tontos como es que ha escrito este artículo. ¿o será un judíos perverso y mentiroso, como casi todos?

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  2. ME FASCINA QUE LA IGLESIA HAYA ESTADO DEL LADO CORRECTO, Y EN CONTRAA DEL LIBERALISMO MASON Y DE SU ASQUEROSA CONTRACARA MARXISTA. VCR

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